"Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí. Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día.Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude. Porque oí la murmuración de muchos, temor de todas partes: Denunciad, denunciémosle. Todos mis amigos miraban si claudicaría. Quizá se engañará, decían, y prevaleceremos contra él, y tomaremos de él nuestra venganza. Mas Jehová está conmigo como poderoso gigante; por tanto, los que me persiguen tropezarán, y no prevalecerán; serán avergonzados en gran manera, porque no prosperarán; tendrán perpetua confusión que jamás será olvidada" (Jeremías 20:7-11)
Cada día son más y más cristianos sumidos en la depresión, desánimo o desaliento, a causa de las diversas circunstancias que rodean nuestra vida ministerial, como también las diversas circunstancias de carácter negativo que nos afectan en nuestra vida cotidiana, como lo son una separación matrimonial, problemas en el trabajo, problemas de índole económica, desempleo, discusiones matrimoniales, fracasos amorosos, diferencias en la familia, problemas con hermanos de la iglesia, discriminación, etc. Todas estás circunstancias, conllevan consecuencias en nuestra vida espiritual (búsqueda a Dios) afectando así nuestro ministerio, generando desconfianza e inseguridad de seguir creyendo en Dios.
Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), la depresión esta catalogada como una enfermedad y ya son 350 millones de personas las afectadas en el mundo, con un número de 800.000 suicidios anuales. Estas cifras nos dan cuenta de que son muchas las personas afectadas y cualquiera de nosotros, no esta exento de poder caer en esta pesadilla, que por lo más contentos que estemos o nos sintamos en bienestar, habrán momentos en nuestra vida, en que pasaremos por distintos niveles de desánimo y depresión, inclusive en algunos casos, de llegar a pensar hasta acabar con nuestras propias vidas. Sin embargo a pesar de todo esto, sabemos que solo Dios puede restaurar y sanar un corazón oprimido y destruido por la depresión.
En el pasaje que hemos leído, nos habla acerca del lamento del profeta Jeremías. Jeremías en su ministerio sufrió mucho, tanto física como psicológicamente, le tocó vivir y participar en la antesala de la cautividad de su pueblo por los babilonios. Cuando a él le tocaba hablar en señal de advertencia al pueblo para que se arrepintiera y se volviera a Dios, y de que venían grandes juicios y castigos a la nación por su idolatría y rebeldía a Dios, el pueblo no le escuchaba, no quería oír, se enfurecían y a la vez se burlaban de él y de lo que anunciaba, a tal punto de someterlo a vergüenza pública dejándolo a las puertas del templo amarrado como un perro, en un cepo, entre tanto que las personas pasaban y se burlaban de él. El desaliento nos aconseja a olvidarnos de Dios "Y dije: no me acordaré más de Él..." como también el desánimo tiene la misión de hacer morir lo que Dios ha puesto en nuestras vidas, la palabra de Dios " Ni hablaré más en su nombre..." Jeremías se encontraba en un estado depresivo y estuvo a punto de perder el foco de su ministerio y cuando perdemos el enfoque en Dios y no confiamos en él, lo que hacemos es renunciar a todas sus bendiciones.
Cuando estamos desalentados llegamos a experimentar cambios dramáticos como lo que le paso a Jeremías en donde maldijo el día en que nació y al hombre que anuncio de que el iba a ser varón (versículos 14 y 15). Y comienza a perder el control, primero habla de pensamientos de victoria y luego de derrota, se encuentra atrapado en sus propias contradicciones. Como Jeremías muchos de nosotros nos hemos encontrado así alguna vez, sin embargo también otros hombres de Dios se sintieron desanimados de seguir adelante, como lo fueron el profeta Elías (1 de Reyes 19:4), Job (Job 3:11) y Moisés (Números 11:15) que inclusive desearon la muerte, desconfiando de las promesas y propósitos que Dios tenía para sus vidas y ministerios. A pesar de todo esto, Dios siempre nos da la respuesta y nos levanta como cuando animó a Elías cuando este le decía a Dios que habían matado a varios profetas y que a el también procuraban matarle y Dios le respondió "Me he reservado 7 mil hombres que no han doblado rodilla ante baal" (Romanos 11:4). Descubrimos el remedio para curar el desánimo, puesto que lo que Dios a puesto en nosotros, la Palabra Viva que está en nosotros nos ayudará a descubrir aquel fuego ardiente que sentía Jeremías y que no lo dejaba callado tenía que hablar, eso es el Espíritu Santo de Dios actuando en nuestras vidas, Dios habla por intermedio nuestro, somos predicadores de su palabra y no podemos callar porque lo que sentimos es algo que nos llena en todo nuestro ser, es una alegría y gozo inconmensurable, que no se puede describir, se tiene que vivir.
Por ello tenemos que tener la certeza de que quién esta con nosotros es el TODOPODEROSO, con Él venceremos toda dificultad (Salmos 18:29), porque nuestra experiencia con Dios no se fundamenta en nuestras emociones (sentidos), sino en nuestras convicciones, debemos estar confiados de que Dios sabe lo que hace y dejar todo en sus manos (Salmos 27:3), él siempre nos ayudará, nos fortalecerá en cada circunstancia de nuestras vidas (Isaias 41:10). Amén.