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Recordando las etapas difíciles.


"Si se humillare mi pueblo sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra" (2 Crónicas 7:14)

Cuando Salomón termina el templo para la adoración del Dios verdadero, rogó que fuese aceptado y santificado solo para glorificarle, en ese lugar. Dios oye la oración de Salomón y hace puntal la promesa que hiciera con el rey David, padre de Salomón. Además hace pacto con él, decreta irrevocablemente que si un día este templo lo convirtieran en un lugar para la idolatría, entonces sería desechado de delante de su presencia. Dios, que todo lo sabe, conocía el corazón de su pueblo y antes que perpetuar un edificio construido por manos de hombres, tuvo en Su soberana voluntad y sola gracia, perpetuar nuestras vidas ante su gloriosa y santa presencia.


El templo que construyó Salomón se describe fastuoso, monumental y consagrado totalmente para el servicio al Dios vivo y verdadero; lamentablemente, su pueblo pecó delante de Dios, haciendo lo que Él había ordenado no hacer: "más si vosotros os volviereis y dejareis mis estatutos y mandamientos que he puesto delante de vosotros, y fueréis y sirvieréis a dioses ajenos, y los adorareis, yo os arrancaré de mi tierra que os he dado, y esta casa que he santificado a mi nombre; yo la arrojaré de mi presencia, y la pondré por burla y escarnio de todos los pueblos" (2 Crónicas 7:19-20).


El justo juicio de Dios tuvo su cumplimiento con la destrucción del templo luego de la muerte del rey Salomón, y fue una gran tristeza para el pueblo de Dios. En los días de los reyes Ezequias y Josias, el templo fue restaurado de la idolatría pero nuevamente destruido por Nabuconodosor II, rey de Babilonia. Posteriormente, durante el imperio persa, el pueblo de Dios tuvo la oportunidad de reconstruir lo que sería como el segundo templo y fue dedicado entre lágrimas de arrepentimiento en los días de Esdras y Nehemias. Sin embargo, fueron continuos los saqueos, las profanaciones y destrucciones del templo; porque fue continuo el pecado de idolatría del pueblo judío. Cuando Jesucristo anduvo entre nosotros, dijo que ahora él era este templo, no hecho con manos humanas que pudiera ser destruido y desechado, sino Templo permanente, divino, Santo y digno para honra y gloria de Dios Padre.


Hoy, seguimos asistiendo a templos. Siguen construyéndose edificios sacros. Durante varios siglos se edificaron templos monumentales, esplendorosos y de arquitectura excelsa. ¿Hemos de honrar verdaderamente a Dios con templos hechos con mano de hombres? Dios no se agradó de esto, porque Dios busca el corazón del hombre. Nuestro Dios no perpetuará edificios materiales, o artilugios, o reliquias; incluso, ni venerar una astilla de la cruz de Cristo puede honrar al Dios viviente. Nuestro Dios, tiene abiertos sus ojos y atentos sus oídos a la oración que sale de un corazón contrito y humillado, Él ha elegido y santificado nuestro ser entero como casa y templo para morar. Como dice la Biblia, nuestro cuerpo es para el Señor y el Señor para nuestro cuerpo (1 Corintios 6:13), y somos templo de Dios, y el Espíritu de Dios mora en nosotros (1 Corintios 3:16) No pecamos al construir templos dónde congregarnos, pecamos al destruir el templo espiritual que somos nosotros mismos.


Jesucristo dijo que él podía destruir el templo de aquel entonces en Jerusalén, y volverlo a levantar en tres días; Jesús hablaba de su crucifixión y resurrección. "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí, y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó así mismo por mí" (Gálatas 2:20) Venir a Jesús es volvernos de nuestros malos caminos, es buscar el rostro de Dios, es humillarnos para invocar su Santo nombre, que es nombre sobre


todo nombre. Venir a Jesús es dejar todo tipo de idolatría para ser edificados juntamente con él como templos espirituales. Ésta es la parte difícil de recordar. Recordemos pues, estas palabras de nuestro Dios, antiguas, pero vigentes porque nunca dejarán de ser... "Entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra" Gracias por su tiempo en leer este devocional. Espero pueda ser de bendición para todos nosotros. Un abrazo y pongamos nuestros ojos en Jesús.

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